Historias del verano… cabinas y bañadores

Estos días del verano he dedicado mucho tiempo a observar que sucede a mi alrededor… y luego contaroslo a vosotros.
Una de las cosas que me ha llamado la atención es la moda impuesta entre los adolescentes (y no tan adolescentes) de bañadores largos, a la altura de las rodillas con unos calzoncillos debajo a modo de doble bañador, pero claro siempre enseñando estos últimos para que se muestre la marca… menuda horterada y menuda gilipoyez lo veo en parte… porque mas tarda en secarse, una doble capa de tejido de algodón, porque si son largos no necesitas un sustito de la redecilla interna (o Internet como lo llama Carl en los Simpsons), y porque la mayoría lo adopta como moda sin saber su origen.*
Y mientras pensaba en esto durante un paseo me llamó la atención otro elemento… un mobiliario urbano, un servicio público, que nos ha acompañado durante décadas y que poco a pocota desapareciendo de nuestro lado.
Me refiero a las cabinas de teléfonos; la irrupción del móvil como elemento cotidiano, le ha restado utilidad a esos destartalados armatostes, de los que nos quejábamos que se quedaba con parte de la vuelta de aquellos míticos 5 duros…


Ya no hay cabinas por doquier, ni solas, ni en grupos ni esos curiosos locutorios prefabricados con personal incluido para atenderlos que abundaban sobre todo en los meses de verano…
Y es que el paso del tiempo es inexorable y todo lo puede…
Y mientras escribo esto me preparo para la vuelta a un lunes, la vuelta al tabajo, que me alejará del sol, la playa y me hará volver a mi tono mas palido, perdiendo el moreno que tanto me gusta…

*El origen de los pantalones caídos al no llevar cinturón se debe a la cultura rap norteamericana; sus miembros, muchos de ellos delincuentes, eran encerrados en prisión, y al ingresar desposeídos de elementos susceptibles de ser usados para lesionar o autolesionarse.
Entre esos elementos estaba el cinturón, lo que hacía que los pantalones pasara a ser pantalones caídos.