The Washington Post preparó un artículo, ganador de premio Pulitzer por cierto, en el que realizaría un experimento con el que quería demostrar cómo somos los humanos capaces de darle la espalda a la excelencia, y simplemente por no montar ningún show con el que llamar la atención. Para ello se solicitó la colaboración de un violinista tan virtuoso como Joshua Bell. La idea era sencilla, colocado en un lado de la sala de entrada al metro, junto a una papelera, tocando su violín a un nivel espectacular, pero sin molestar. Lo curioso del vídeo, que podéis ver en la continuación de la entrada, es que casi nadie se paró a escucharle durante los 45 minutos que estuvo tocando (llegó a recuadar poco más de 30 dólares, pero eso es lo de menos), y que sólo al final, tras ver el regalo que tenían antes sus ojos, una transeúnte lo reconoció y otros tres más se pararon a terminar de escuchar la composición. Es decir, tenemos el arte delante de nuestras narices, y como no estamos educados para valorarlo, lo dejamos pasar sin prestarle la atención debida. Por eso mismo que Joshua Bell estaba haciendo gratis en el metro, cobraría un pastón en un teatro.
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